¡Qué duro cuando la vida te da
la espalda! Cuando tus amigos, tu colegio, tu entorno hace que pienses que no
deberías existir, que nadie está a tu lado, que no tienes a nadie a quien
contar lo que te pasa…
Nadie en su sano juicio
pensaría que estas afirmaciones son disparatadas, pocos ignoran que esta
realidad es la que tienen que vivir día a día infinidad de jóvenes en nuestro
país.
Entonces... ¿Por qué lo
permitimos?
La realidad del bullying o el
acoso escolar afecta a más de 1.000 menores al año (1.000 denuncias al año,
aunque ni la mitad de las personas denuncian). Una cifra que no deja de crecer
y, como pensamos nosotras siempre, mientras quede un caso en la sociedad queda
trabajo por delante.
¿Qué hacemos mal?
Actualmente, se cuenta con
diferentes protocolos anti bullying en los centros que explican qué es,
cómo prevenirlo y cómo abordarlo. Está claro que únicamente con un protocolo
que, en el mejor de los casos se utilice bien, no vamos a conseguir nada. Falta
implicación, falta conocimiento, falta concienciación, falta mucha EDUCACIÓN.
Cuando nosotras comenzamos a
crear nuestro proyecto dedicado a los centros escolares, conversábamos
mucho de nuestra experiencia como estudiantes, la experiencia de amigos/as y
conocidos/as, de cosas que habíamos visto… y ninguna de estas circunstancias le
son ajenas al resto de personas con las que hemos hablado del tema en multitud
de ocasiones. Todo nuestro entorno conoce a alguien que ha sufrido bullying
o directamente lo ha experimentado en sus propias carnes.
El centro escolar es un lugar
para el estudio y la formación, por supuesto, pero, además, es el lugar en el que,
durante 13 años de tu vida, como mínimo, más tiempo pasas; es el lugar donde
convives con muchas personas diferentes; donde creces y maduras; donde creas
lazos, a veces, para toda la vida; donde comienzas a desarrollar tu
personalidad; donde empiezas a conocer el mundo.
Por ello, a nosotras nos
parecía chirriante que, en muchas ocasiones, se ignorara que había jóvenes que
no tenían ningún apoyo dentro ni fuera de las aulas, que se sentían discriminados/as,
acosados/as, sufriendo abusos, vejaciones o, en el peor de los casos,
agresiones. Muchos/as jóvenes que consideraban una tortura tener que ir a clase.
La relación educativa es tan
importante como la familiar, los/as profesionales debemos ser conscientes de las
relaciones —buenas o no— que se establecen entre todos/as los/as menores que
conviven en un centro, conocerlos/as, apoyarlos/as, estar al día de sus enfados
y conflictos y, si fuera necesario, intervenir.
Aunque realizar una buena
intervención en el momento justo quizá sea el aspecto más importante para hacer
frente a situaciones de acoso escolar, muchas veces es en el que más se falla.
Muchos/as profesores/as de colegio e instituto manifiestan no tener los
conocimientos suficientes, las herramientas y los recursos necesarios para
hacer frente a esta realidad. Asimismo, muchas personas, incluso en las
familias, minimizan el problema. Frases como el ya manido «son cosas de
críos» o el clásico «pues en mi época pasaba y no hemos salido tan mal»
—hecho que, dicho sea de paso, es muy discutible— o, como no, el típico «estas
cosas ayudan a curtirte y ser más fuerte en el futuro» o «estas cosas
tienen que aprender a solucionarlo entre ellos y ellas» solo consiguen
agravar el problema, justificar la actitud de los/as agresores/as y, en la mayoría
de los casos, crear traumas que acompañarán a las víctimas de por vida.
Imagina la siguiente
situación: vas caminando por la calle y ves que una persona agrede a una señora
mayor. Cuando te dispones a intervenir para ayudarla escuchas que alguien te
dice:
«¡Detente!
Esto ha pasado toda la vida y va a ayudar a que la señora sea más fuerte en el
futuro. Tienen que aprender a solucionarlo entre ellos».
¿Qué harías entonces? ¿Qué
pensarías de la persona que te incita a ignorar la escena que estás
presenciando? ¿No te parecería absurdo? ¿No intentarías, aunque sea, llamar a
la policía?
Con el bullying sucede
lo mismo. Debemos ignorar las voces que se dirigen a pasar por alto el problema
y contar con todos los recursos que tenemos a nuestro alcance para abordarlo, y
esto quiere decir que tenemos que trabajar conjuntamente los/as profesionales
del centro (profesores/as, equipo psicológico, dirección, compañeros/as, etc.),
las familias y cualquier agente implicado, llegando a la Fiscalía de Menores si
es necesario.
En todo momento, debemos ser
conscientes de que la persona que es acosada es una VÍCTIMA, que se
encuentra en una posición de VULNERABILIDAD respecto a su agresor/a y
que, en muchas ocasiones, llega a creer que es merecedor/a del trato que está
recibiendo. Por ello, debemos de ser capaces de establecer mecanismos que se
dirijan a PROTEGERLE.
Es muy frecuente que nos
encontremos con que muchas familias deciden cambiar de centro a sus hijos/as
cuando son víctimas de acoso escolar. Esto hace parecer que quien tiene el
problema es la persona acosada y no el/la acosador/a. Además, esto refuerza la
actitud del/la matón/a, que no dudará en poner en su punto de mira a otro/a
joven que sustituirá al anterior.
Nosotras, al igual que cada
vez más profesionales, creemos que la solución se encuentra en abordar el
problema en el mismo momento en que se detecte, no esperar a que se solucione
por sí sólo —porque lo más seguro es que solo empeore—; en intervenir con los
protagonistas, actuando como mediadores y guiándoles para llevar a cabo una
adecuada resolución de conflictos; hacer partícipes de este proceso a cuantas
personas tengan de un modo u otro relación con el problema, especialmente a sus
compañeros/as (actores clave para que se dé una situación de acoso, en tanto en
cuanto sin observadores no habría “gloria” para el/la acosador/a), profesores/as
y familia de los/as implicados/as.
Todas estas medidas van
encaminadas a intervenir sobre el problema una vez aparece. Sin embargo, no
podemos olvidar que sería mucho más deseable establecer medidas de PREVENCIÓN
para que directamente no se dieran casos de bullying.
Proyectos como el nuestro se
dirigen a ello. La formación en Habilidades Sociales es una base esencial para
frenar en seco el avance de esta lacra que supone el acoso escolar, tanto en
los centros educativos como fuera de ellos –no olvidemos que el ciberbullying
es cada vez más frecuente y sus consecuencias son cada vez más nefastas—.
No demos la espalda a este
problema, porque los/as jóvenes que lo están sufriendo en los centros y en casa
merecen ser tratados/as con dignidad y cariño. Apoyemos la prevención desde las
instituciones, desde la familia, generemos la confianza adulto-estudiante y
apoyemos los proyectos que pretenden abordar de manera directa esta problemática
que afecta a las personas que conforman nuestro futuro.
¡Acabemos con ello de una vez
por todas!